Durante la crisis sanitaria el Cuerpo de Trabajadores/as Sociales Voluntarios/as ( CTSV) del Colegio Oficial de Trabajo Social, puso en marcha un servicio de apoyo teléfonico en la línea 900444555 ¿En qué consistía el servicio?
En principio, el CTSV se configuró como un recurso de segundo nivel para apoyar el servicio, tanto en el aspecto de contención emocional, como en las posibles situaciones derivadas de altas hospitalarias con problemas sociales sobrevenidos a consecuencia de la COVID-19. Sin
embargo, al inicio de su puesta en funcionamiento, la demanda fue tan alta que el cuerpo tuvo que apoyar en el trabajo de información y orientación de las demandas que llegaban.
¿Cómo se organizaba el servicio?
Se crearon cuatro equipos que atendían en turnos de dos horas, de mañana y tarde, coordinados por otras tantas compañeras. Las coordinadoras hacían una labor de acompañamiento de todas las compañeras que en ese momento estaban atendiendo el teléfono, desarrollando una importante labor en cuanto a la resolución de dudas, ventilación emocional, etc.
Como Colegio, nuestra principal preocupación desde el principio fue acompañar y cuidar a las voluntarias que, en muchos casos, compaginaron el voluntariado en la emergencia, con su trabajo ordinario que también se situaba, con otros matices, en la misma emergencia.
Finalmente, la Comisión de Emergencias del Colegio se situó un tercer nivel de coordinación entre la Dirección General de Servicios Sociales e Innovación Socia y el CTSV.
¿Con qué demandas os habéis encontrado? ¿Cuáles son las demandas más frecuentes de la ciudadanía en este servicio?
Sobre todo al principio, la necesidad de alimentos por razones diversas. El confinamiento ha puesto de relieve la vulnerabilidad de miles de situaciones que cotidianamente observamos con cierta asiduidad: por ejemplo, mujeres con dos o tres menores a cargo, sin red o con red
escasa es más o menos frecuente, pero, en una situación como la vivida, son familias con auténticos problemas para poder aprovisionarse de alimentos. Además, suele acompañarse de situaciones de pobreza, desempleo, etc. que dispararon la demanda inicial de alimentos.
Más tarde, encontramos mucha demanda de información relacionada con las ayudas para vivienda, y ayudas económicas.
¿Qué perfiles presentan mayor vulnerabilidad?
Por una parte, las personas mayores, por razones sanitarias, pero también sociales, como soledad, dependencia, etc., son uno de los colectivos más afectados. Por otra, en general, las personas que ya presentaban una situación de vulnerabilidad previa por razones diversas, y todas aquellas que han perdido la fuente de ingresos que les mantenían en el límite (empleos precarios, economía sumergida, pérdida del sustentador…).
¿Detectáis brecha de género?
Efectivamente, en líneas generales el COVID-19 lo que ha hecho es profundizar aún más las desigualdades ya existentes. Por tanto, la existencia previa de una mayor vulnerabilidad en términos de ingresos económicos, empleo, precariedad laboral, cuidado de dependientes, etc. con relación al género, ha supuesto una mayor incidencia y, seguramente, como consecuencia, un crecimiento de la brecha en este sentido.
¿Con qué dificultades os habéis encontrado y os estáis encontrando?
El afrontar una situación de por sí desconocida, las relacionadas con el propio confinamiento y que no solo han generado situaciones complejas (violencia de género, agresiones y abusos en el entorno familiar, pérdidas sin posibilidad de un proceso de duelo, soledad…), sino la necesidad de elaborar nuevas herramientas para su abordaje en unas condiciones muy especiales. En este sentido, el Colegio puso en marcha otras dos iniciativas: Píldoras TS que trataba de identificar buenas prácticas desde el Trabajo Social y su difusión y #TSocialContigo, basado en la aplicación de las tecnologías a la intervención social.
La segunda gran dificultad está siendo el gran número de personas afectadas en una gran diversidad de aspectos, que colapsaron inicialmente la capacidad de respuesta.
¿Cómo está siendo la coordinación entre la Administración Pública y el Tercer Sector?
Desde luego la COVID-19 ha sido un reto en este sentido, tanto para las entidades sociales como para la Administración Pública. Por tanto, no se puede hacer un análisis homogéneo de la cuestión, porque ha dependido y depende de muchos factores. Para empezar, en algunos municipios de nuestra región en los que no hay presencia del Tercer Sector, o es escasa, han surgido diversas respuestas espontáneas de la ciudadanía que se han ido estructurando en el tiempo; y aquí, nuevamente, hay variedad de casos de capacidad de apoyo de la Administración. No obstante, hay que tener siempre en cuenta que los Servicios Sociales son competencia municipal y que, en nuestra región, existen entidades locales con pocos recursos para su desarrollo.
En otro extremo, estarían las poblaciones más grandes y que, en función del grado de desarrollo previo con el que contaban, han modulado la respuesta y la coordinación con mayor o menor éxito. Aquellas poblaciones con una trayectoria de colaboración entre el Sector Público y el Tercer Sector han podido construir en poco tiempo estrategias de coordinación que, incluso en algunos municipios, ya existían y, por lo tanto, han sido más eficientes. En otras, sin embargo, la COVID-19 ha supuesto un momento de inflexión en el que, o bien se ha visto la necesidad de una colaboración más estrecha, o se han construido propuestas para abordarla.
Otra manera de analizar la cuestión y complejizarla, tendría que ver con la mirada regional a los Servicios Públicos que ya se encontraban gestionados por entidades del Tercer Sector.
En todo caso, la mirada y la experiencia nos dicen que el futuro debería ir por el fortalecimiento de unos Servicios Sociales de Atención Primaria y un trabajo comunitario en el que se identifique la aportación de valor que puede hacer el Tercer Sector.
¿Cómo os enfrentáis al manejo de la frustración y al desgaste entre los/as profesionales voluntarias?
Lo importante en nuestro caso ha sido la perspectiva de cuidar al cuidador desde un principio, y tener claro la necesidad de acompañar los procesos personales que, inevitablemente, se dan. Para esto, han sido esenciales las coordinadoras de los equipos y los vínculos y relaciones que se han generado entre las voluntarias de los equipos. Además, a través del programa CuídaTS se han habilitado diferentes recursos para el autocuidado de las compañeras, así como algunas herramientas para poner a disposición de los demás, como es la gestión del duelo, que ha estado muy presente. Finalmente, tras las intervenciones del CTSV, se ofreció a todas las voluntarias interesadas sesiones de descompresión o ventilación emocional.
¿Crees que se está visibilizando la labor del Trabajo Social en esta crisis?
En la medida en que se identificó una crisis social que, obligatoriamente, seguiría a la crisis sanitaria, y las medidas del confinamiento, el papel del Trabajo Social fue adquiriendo más visibilidad. Sin embargo, desde el comienzo, las compañeras de ámbitos, por ejemplo, del ámbito sanitario (hospitales, centros de salud, etc.), del ámbito gerontológico, de atención a domicilio, residencias, o atención social primaria, han estado trabajando muy duro, a veces con cierta sensación de soledad.